domingo, 16 de octubre de 2016

El viejo

El viejo
Camino rápido. He llegado a cubrir un partido de segunda división en una cancha céntrica de la ciudad pero al parecer, por la soledad que embarga el lugar, aún no comienza nada.
Me preocupo. Pienso que he llegado tarde, o que ya terminó y me perdí la cobertura. Mis manos comienzan a sudar. No puedo perder este trabajo.
Observo a un señor acercarse y le pregunto si la dirección que tengo es correcta. Recién cuando me responde me doy cuenta que es un señor de edad. Le calculo unos setenta años.
Sí, es acá, yo también vengo a ver el partido, pero por lo menos falta una hora para el inicio, me dice.
Me tranquilizo y vuelvo la mirada a la cancha. Llegué demasiado temprano. Confundí las horas. Todo el por el estúpido de José, si fuera un editor más amable…
¿Me ayudas a subir? El viejo interrumpe mis pensamientos. Claro, cómo no.
Le ayudo a subir a la grada más alta de la tribuna.
¿Le gusta el fútbol?, le pregunto.
No mucho, vengo por mi nieto, es el diez de la Estrella Roja.
Asiento con la cabeza mientras lo ayudo a sentarse. Veo la hora y, como aún hay tiempo, decido quedarme sentarme a su lado.
¿Y tú, eres hincha o sólo vienes a ver?, me pregunta.
Soy reportero gráfico, hago fotos.
Si puedes tómale un par de fotos a mi nieto. Es el diez de la Estrella Roja, un blanquiñoso, pelado, Estéfano se llama.
Vuelvo a asentir con la cabeza.
¿Y por qué no viene con su nieto?, le pregunto, por hacer conversación.
Lo trae su abuela, mi exesposa. Nunca vine a ver a jugar a su papá, a la vejez me ha dado por pegarme al fútbol, ahora que mi nieto juega, me llama la atención.
Lo miro al viejo. La luz del sol le ilumina el rostro y deja ver sus numerosas arrugas. Me parece parecido, aunque sé que nunca lo he visto. Me recuerda a alguien, no sé a quién.
Al final del partido, Estrella Roja perdió por dos a cero. Busco con la mirada al viejo. Quiero enseñarle las fotos que le tomé a Estéfano, pero ya no está. Entonces me acerco a Estéfano y le cuento lo que pasó.
¿Mi abuelo vino?, me pregunta atónito.
Asiento con la cabeza. Entiendo el dilema familiar. Me despido y enrumbo a la redacción.

Durante el camino llamo a mi viejo. No me contesta. Timbro de nuevo y suena apagado. Ya fue, me dijo a mí mismo. Mañana lo llamo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario