El gran novato
Por: Daniel Guerrero
Jorge Luis Sampaoli Moya llegó al Perú la
mañana del doce de enero del 2002. Llevaba lentes gruesos y vestía una casaca
roja y unos pantalones beige de los años noventa. El actual técnico de la
Selección de Fútbol de Chile traía consigo cuatro maletas, pero sólo una
contenía sus piezas personales, las demás estaban llenas de vídeos de partidos
de mundiales, Copa Libertadores, Champions y de la liga argentina, de donde él
provenía.
El entrenador había sido contratado por el
club Juan Aurich, un equipo de la ciudad de Chiclayo ubicada al norte de Perú.
Era la primera vez que entrenaría a un equipo de Primera, y aunque el fútbol
peruano no era el más reluciente de aquella época, para Sampaoli, ese era el
mayor reto de su vida.
Después de hacer escala en Lima, Sampaoli
llegó a Chiclayo casi al mediodía. Al ver que nadie había llegado a recogerlo,
tal como se lo había prometido el entonces presidente del club ‘aurichista’,
Juan José Salazar, el entrenador decidió sentarse a esperar en el aeropuerto. Luego,
el médico del club, Roberto Guevara, enviado improvisadamente por el presidente
del equipo, llegó en un Volkswagen blanco, le pidió disculpas por la demora y
le dio la bienvenida al Perú.
“Sampaoli no era un tipo cualquiera. Era
un enfermo de los números y los vídeos. Cuando llegaba a su cuarto se encerraba
y podía pasarse toda la noche viendo partidos, analizando jugador por jugador.
Se emocionaba cuando veía una jugada elaborada o un pase genial, le gustaba el
juego del Barcelona, era fanático de la Liga española y de Rivaldo, siempre
estaba hablando de ellos”, cuenta Juan Cassiano, que por ese entonces era el
quinesiólogo del equipo ‘rojo’.
Las fantasías que Sampaoli tenía en el
campo las trataba de calar en su equipo. Pero las diferencias entre el juego
soñado que él admiraba y el fútbol peruano eran abismales. Y el ‘hombrecito’
aún lo sabía. Perdió dos de los cuatro primeros partidos, y rápidamente puso su
continuidad en juego. Sin embargo, su fe era inquebrantable: en sus ratos libre
estudiaba a los rivales que enfrentaría, se aprendía sus nombres, sus jugadas, sus
errores y hasta sus gestos. Y cuando llegaba el día del partido, daba a sus
jugadores esa información. Casi siempre sus predicciones se hacían realidad.
“Él sabía todo de los rivales, todo, era
un genio. Sabía qué jugador se cansaba rápido, qué jugador no pateaba bien con
su pierna ‘coja’, qué jugador se pegaba demasiado a la línea o se desordenaba
con facilidad. Sabía medir los tiempos durante el partido, y casi siempre sus
estrategias eran acertadas”, dice César Sánchez, exdefensa de Aurich.
Lamentablemente, la poca efectividad de
sus jugadores no era el único problema para Sampaoli: los malos manejos
económicos de la dirigencia norteña habían llevado al club al precipicio económico,
y al peligro potencial de irse a la quiebra. Pero para ‘Don Sampa’ el dinero no
era prioridad: los tres mil soles que recibía mensualmente le alcanzaban para vivir
cómodo. Había rentado un departamento en la urbanización Santa Victoria, y a
menudo, preparaba barbacoas para sus compañeros del club.
Antes de los partidos, Sampaoli podía
convertirse en el hombre más nervioso del mundo. Detestaba el cigarro, pero
tenía un tic particular: le encantaban los chicles. Podía acabar una caja
entera por partido, y aun así, le terminaban faltando, pues durante el juego,
cogía pasto y lo mordía lentamente. Era su obsesión. Sin embargo, en un partido
contra Alianza Atlético, en la provincia de Sullana, esa manía le jugó una mala
pasada. Al no haber pasto en la zona técnica donde él se paseaba de un lado a
otro, cogió lo que parecía ser una piedra pequeña, y como si fuera un chicle,
comenzó a morderla. Pero grande fue su molestia cuando se dio cuenta de que lo
que realmente había mordido era excremento de perro. Lo escupió, y mientras se
limpiaba la boca con la mano, gritó: “¡Traiganme agua, concha, que me ahogo!”.
En el camarín, el pequeño técnico
argentino hablaba con voz de gigante, y sus jugadores entendían su aliento. Su
hincapié en la salida con toque, la puesta de inteligencia y la técnica durante
el juego eran sus mayores objetivos. Y los jugadores parecían entender su
ansiedad. Sabían que el reto iba más allá de un partido de fútbol, Sampaoli se
jugaba el inicio de su carrera como técnico.
“A veces antes de los partidos nos
preguntaba qué nos parecía su estrategia. Nos increpaba a criticarla, a hacerle
correcciones, a hacerle ver sus errores. Nosotros no sabíamos qué decirle, pero
con el tiempo fuimos mejorando. Y hasta terminábamos discutiendo con él
(risas)”, narra Roberto Guevara.
Pese al esfuerzo del ‘Casildense’, Juan
Aurich no empezó con buen pie el torneo apertura. De los ocho partidos que
jugó, perdió cinco, ganó dos y empató uno. En los siguientes días, el
presidente del club renunció y se dieron cambios inesperados en la dirigencia,
algo que desestabilizó la estadía de Sampaoli en Chiclayo.
Una tarde de mayo de ese año, Sampaoli
reunió a sus jugadores en un hotel céntrico y les dijo que iba a renunciar. De
alguna manera, todos sabían que eso pasaría. Pero nadie esperaba que lo hiciera
de esa forma. Hasta para eso, el técnico ‘gaucho’ tuvo signos extraordinarios.
“Me voy por ética, muchachos. A mí me
trajo Juan Salazar, y si él renuncia, yo también. Todos saben cómo soy, mi
forma de ser, no puedo seguir trabajando si mi jefe se ha ido. Los voy a
extrañar, los llevo en mi corazón”, les dijo.
Al día siguiente, el estudioso Sampaoli
subió al mismo Volkswagen blanco que lo había recogido meses atrás, y metió
todas sus maletas llenas de vídeos en el asiento trasero. Su rumbo era
incierto, pero su esperanza enorme. Y en los siguientes años, la capacidad del Gran Novato sería admirada a nivel
mundial.
*Meses después, el entrenador pasaría por
una serie de equipos peruanos, y en los siguientes años conseguiría su primer título como
entrenador con el Emelec de Ecuador. Luego, llegaría al fútbol chileno, donde
fue campeón nacional y sudamericano. En el país sureño, Sampaoli ya es
considerado ‘santo’.
Hoy por hoy, se encuentra en Brasil, donde
disputará el Mundial defendiendo los colores de la selección ‘mapocha’.
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